Hoy pasaba por una escuela, los niños estaban estudiando mientras yo me dirigía al gimnasio. Uno de ellos me miró y sentí como si estuviera en una cárcel, en un lugar impuesto, probablemente por sus padres. Yo, en cambio, iba al gimnasio por decisión propia. Esa diferencia de libertad me hizo sentir bien, pero también me llevó a pensar: ¿se sentiría mejor el niño estando en mi lugar? Si tuviera toda la libertad a su disposición, ¿qué decisión tomaría? La posibilidad de hacer lo que quisiera podría colapsar su voluntad, dejándolo perdido, sin saber qué hacer. ¿A dónde iría? ¿Qué decisiones tomaría? ¿Cuándo empezaría a cuestionarse realmente lo que quiere?

Creo que debemos partir de la premisa de que, como animales, nuestro único propósito biológico es reproducirnos. Por otro lado, al desarrollar nuestra capacidad cerebral, comenzamos a razonar, a tomar decisiones y a abrirnos a un abanico infinito de oportunidades. Pero este exceso de opciones nos lleva a preguntarnos: ¿qué debemos hacer? ¿Cuál es mi propósito? Al hacer la transición de una especie instintiva a una más racional, es como si nos hubieran liberado, como si le abrieran la jaula a un pajarito que quedó expuesto al universo de oportunidades.

La libertad es un tesoro, y nuestra capacidad de razonar nos ha permitido llegar a lo que somos como especie. Sin embargo, muchas personas caen en un bucle de cuestionamientos y no logran salir de él.

Muchas personas se sienten vacías por esa falta de propósito. Lo que creo es que no tenemos un propósito predeterminado. No hay nada que debamos hacer. La capacidad de decidir qué hacer con nuestra vida es un regalo que debemos disfrutar, para vivir lo que queramos vivir. Por ejemplo, si tu deseo es volar, necesitarías un parapente, lo cual requiere dinero, y para conseguir dinero tendrías que trabajar. Ahí ya tienes un propósito y un plan.

Al comparar nuestros propósitos con los de los demás, a menudo olvidamos que la única persona a la que tenemos que satisfacer somos nosotros mismos, y nuestros deseos (y si esos deseos incluyen hacer felices a los demás ¡aún mejor!)

Ese niño al que pusieron en esa calle, en nuestro ejemplo inicial, seguramente se hubiera ido a buscar un helado. Hubiera ido a ser feliz.