Tommy se levantó hoy como un día normal, sin saber que en realidad era un día muy especial. Disfrutó de la mañana con una taza de chocolate caliente que le sirvió Carla, su mamá. Quien con una sonrisa también le puso sobre la mesa un plato que tenía una arepa de mazorca y un pedacito de queso. Tommy este día se había levantado muy pronto por alguna razón, y cuando mamá le trajo la comida a la mesa, aunque se notaron sus intentos por ocultarlo, se dio cuenta que había estado llorando. Lo que lo hizo extrañarse porque hacía mucho tiempo no la veía llorar, desde la última vez en donde prometió no volverlo a hacer.
Tommy desayunó y, al terminar, Carla le dijo que se fuera a bañar porque iban a salir. Tommy no estaba muy seguro a donde iban, pero aprovechar cualquier excusa para explorar el mundo siempre sería una buena idea para él.
Se bañó; se vistió y hasta se puso permufe él solo. Mamá no lo podía creer - “Cómo quedaste de lindo mi chicharroncito” - Le dijo muy pronta.
Salieron en carro, lo cual también extrañó a Tommy porque pocas veces lo hacían. Cuando él estaba en casa, iban a lugares muy cerca de allí, como el parque, la tía Emma, o el abuelo Saúl. Pero, claro que no se iba a quejar, eso solo podría significar dos cosas: o iban a explorar muy lejos, o iban al hospital. Mamá dijo que ya no volvería al hospital, entonces solo había una razón posible.
-¿A dónde iremos, mamá?
-No te afanes, Tommy, te va a gustar, te lo prometo.
Tommy no tuvo un buen viaje. Le dolieron mucho sus brazos. Aunque trató de disfrutar del paisaje, sentía esos dolores penetrando sus huesos, llenando cada porosidad, drenando sus tuétanos.
Cuando llegaron el dolor había disminuido bastante. Le permitió a Tommy disfrutar otra vez el paisaje, maravillarse con un majestuoso parque frente a él. Pasto verde que inundaba toda la zona, uno que otro árbol frondoso y muchas plantas pequeñas que junto con la luz de sol de medio día hacían brillar la escena. No hubo que explicar nada. Tommy simplemente se dejó caer con una sonrisa en su carita. Disfrutó del pasto, conoció cada planta, saludó a todas las orugas que encontró y un par de mariposas que pudo ver mientras volaban. Una en especial. Una mariposa blanca que se acercó a Tommy sin miedo, volo cerca de su mano y él pudo sentir su aleteo; se preguntó cómo se sentiría volar. Todo se lo quería contar a su mamá quien lo veía sentada en una banca junto a él. Tommy disfrutaba mucho esos paseos porque Carla estaba siempre con él, era una conexión íntima, ella estaba 100% para él. Tommy pensó que ese era el lugar más lindo del mundo, incluso más lindo que el cielo. Podía hablar de cuánto disfrutaba de cada cosa y mamá estaba ahí solo viéndolo y escuchando sus detalladas descripciones del entorno.
El paseo se acabó cuando mamá cambió su expresión por una gotita de sangre que salió de la nariz de Tommy.
Mamá lo llevó por pizza. ¿Pizza para el almuerzo? Qué delicioso. Tommy se preguntaba qué estaban celebrando pero realmente no quería alterar el estado de celebración en el que se encontraban. Una vez le había preguntado a mamá en un día similar y ella solo se puso a llorar. ¿Cómo podrías celebrar algo que te causa tanto dolor para llorar así? Desde ese día le hizo prometer a mamá que no lloraría más, a Tommy le dolía mucho ver a mamá triste. Ella se limpió las lagrimas ese día y le prometió a Tommy no volverlo a hacer. Sin embargo, Tommy no se quería arriesgar a provocarlo otra vez.
Mamá le arregló su chaqueta café, le pasó la mano sobre el cabello para ajustar el peinado y le dio un beso en cada mejilla a Tommy. Se le aguaron los ojos, Tommy notó el gran esfuerzo que hacía para no llorar.
Mamá le mintió porque regresaron al hospital. -”Solo será un momento, mi amor. Ya verás.”-
Algo le pasaba a mamá, cada cosa que decía hacía que se le aguaran los ojos. Tommy se abstenía de hacer preguntas, sabía por experiencia que eso también la hacía llorar. Tommy no sentía ningún problema en ir al hospital, visitaría a sus amigos enfermeros y con suerte regresaría ese mismo día a casa.
Mientras mamá hacía el papeleo usual en el counter, Tommy se percató que en la sala de espera habían dos hermanos gemelos jugando con nada más que sus manos. Se reían a carcajadas. Tommy notó la confianza que se tenían, parecía que completaran los movimientos del otro. Tommy sintió algo de envidia de la felicidad de los niños.
Pronto mamá, de un tirón, llevó a Tommy consigo a otra sala. Eso ya no se veía muy bien para Tommy. Tal vez no regresaría a casa ese día. -”Pero dijiste que sería un momento, mamá”- Le dijo Tommy con sus ojitos y su ceño fruncido. -”Ya verás que no nos vamos a demorar, mi chicharroncito.”- Le susurró mamá. Eso le daba algo de alivio a Tommy. La última vez que estuvo allí le hicieron cosas que no quería tener que repetir.
Acomodaron a Tommy en una camilla con su bata. Lo canalizaron. Y después de aplicarle algunas cosas al gotero, los enfermeros se despidieron de Tommy y salieron de la habitación.
Mamá cantó algunas canciones, abrazó y acarició a Tommy por un largo rato. Tommy disfrutaba de las caricias de su mamá. Sintió su calor, su olor a flores, se acurrucó en su pecho y poco a poco el cuarto se oscureció, el mundo hizo silencio y Tommy podía escuchar los latidos de mamá hasta que ya no los escuchó más. Tommy amaba a mamá. Mamá amaba a Tommy.